James Joyce

James Joyce
Información personal
Nombre de nacimiento James Augustine Aloysius Joyce
Nacimiento 2 de febrero de 1882
Dublín, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda
Fallecimiento 13 de enero de 1941 (58 años)
Zúrich, Suiza
Causa de muerte Peritonitis Ver y modificar los datos en Wikidata
Sepultura Cementerio de Fluntern Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad irlandesa
Religión Catolicismo Ver y modificar los datos en Wikidata
Lengua materna Inglés Ver y modificar los datos en Wikidata
Características físicas
Altura 71 pulgadas (1,8 m) Ver y modificar los datos en Wikidata
Ojos Azul Ver y modificar los datos en Wikidata
Cabello Castaño Ver y modificar los datos en Wikidata
Familia
Padre John Stanislaus Joyce Ver y modificar los datos en Wikidata
Cónyuge Nora Barnacle (1931-1941) Ver y modificar los datos en Wikidata
Pareja Nora Barnacle (desde 1904) Ver y modificar los datos en Wikidata
Hijos Lucia Joyce Ver y modificar los datos en Wikidata
Educación
Educado en
Información profesional
Ocupación novelista, poeta
Años activo desde 1904
Movimiento Modernismo anglosajón
Géneros Literatura de ficción, poesía, ficción psicológica, novela de aprendizaje y Corriente de conciencia Ver y modificar los datos en Wikidata
Obras notables
Sitio web jamesjoyce.ie Ver y modificar los datos en Wikidata
Firma

James Augustine Aloysius Joyce (Dublín, 2 de febrero de 1882-Zúrich, 13 de enero de 1941) fue un escritor irlandés, mundialmente reconocido como uno de los más importantes e influyentes del siglo XX, aclamado por su obra maestra, Ulises (1922), y por su controvertida novela posterior, Finnegans Wake (1939). Igualmente ha sido muy valorada la serie de historias breves titulada Dublineses (1914), así como su novela semiautobiográfica Retrato del artista adolescente (1916). Joyce es representante destacado de la corriente literaria de vanguardia denominada modernismo anglosajón, junto a autores como T. S. Eliot, Virginia Woolf, Ezra Pound o Wallace Stevens.

Aunque pasó la mayor parte de su vida adulta fuera de Irlanda, el universo literario de este autor se encuentra fuertemente enraizado en su nativa Dublín, la ciudad que provee a sus obras de los escenarios, ambientes, personajes y demás materia narrativa.[1]​ Más en particular, su problemática relación primera con la iglesia católica de Irlanda se refleja muy bien a través de los conflictos interiores que atormentan a su alter ego en la ficción, representado por el personaje de Stephen Dedalus. Así, Joyce es conocido por su atención minuciosa a un escenario muy delimitado y por su prolongado y autoimpuesto exilio, pero también por su enorme influencia en todo el mundo. Por ello, pese a su regionalismo, paradójicamente llegó a ser uno de los escritores más cosmopolitas de su tiempo.[2]

La Encyclopædia Britannica destaca en el autor el sutil y veraz retrato de la naturaleza humana que logra imprimir en sus obras, junto con la maestría en el uso del lenguaje y el brillante desarrollo de nuevas formas literarias, motivo por el cual su figura ejerció una influencia decisiva en toda la novelística del siglo XX. Los personajes de Leopold Bloom y Molly Bloom, en particular, ostentan una riqueza y calidez humanas incomparables.[3]

El editor de la antología The Cambridge Companion to James Joyce [Guía de Cambridge para James Joyce] escribe en su introducción: «A Joyce lo leen muchas más personas de las que son conscientes de ello. El impacto de la revolución literaria que emprendió fue tal que pocos novelistas posteriores de importancia, en cualquiera de las lenguas del mundo, han escapado a su influjo, incluso aunque tratasen de evitar los paradigmas y procedimientos joyceanos. Topamos indirectamente con Joyce, por lo tanto, en muchas de nuestras lecturas de ficción seria de la última mitad de siglo, y lo mismo puede decirse de la ficción no tan seria».[4]


Anthony Burgess, al final de su largo ensayo Re Joyce (1965), reconoció:

Junto con Shakespeare, Milton, Pope y Hopkins, Joyce sigue siendo el modelo más elevado en que ha de fijarse todo aquel que aspire a escribir con propiedad. [...] Pero, una vez leído y absorbido un solo ápice de la esencia de este autor, ni la literatura ni la vida vuelven a ser las mismas de nuevo.[5]

En un texto de 1939, Jorge Luis Borges afirmó sobre el autor:

Es indiscutible que Joyce es uno de los primeros escritores de nuestro tiempo. Verbalmente, es quizá el primero. En el Ulises hay sentencias, hay párrafos, que no son inferiores a los más ilustres de Shakespeare o de Sir Thomas Browne.[6]

T.S. Eliot, en su ensayo "Ulysses, Order and Myth" ["Ulises, orden y mito"] (1923), declaró sobre esta misma obra:

Considero que este libro es la expresión más importante que ha encontrado nuestra época; es un libro con el que todos estamos en deuda, y del que ninguno de nosotros puede escapar.[7]
  1. Un día aconsejó a su amigo Arthur Power, tras expresarle este sus deseos de escribir sátira a la francesa: «Usted es irlandés y debe por tanto escribir siguiendo la tradición irlandesa. No va bien tomar un estilo prestado. Debe escribir lo que está en su sangre y no lo que haya en su cerebro. [...] Yo mismo escribo siempre sobre Dublín, porque si logro llegar al corazón de Dublín, puedo llegar al corazón de todas las ciudades del mundo. En lo particular está contenido lo universal». Ellmann, 561-2, citando a Power en From an Old Waterford House, pp. 65-6
  2. McCourt, John (mayo de 2001). The Years of Bloom: James Joyce in Trieste, 1904–1920. The Lilliput Press. ISBN 1-901866-71-8. 
  3. Traducción libre: «James Joyce's subtle yet frank portrayal of human nature, coupled with his mastery of language and brilliant development of new literary forms, made him one of the most commanding influences on novelists of the 20th century. Ulysses has come to be accepted as a major masterpiece, two of its characters, Leopold Bloom and his wife, Molly, being portrayed with a fullness and warmth of humanity unsurpassed in fiction». Artículo en Britannica CD '97. Single-user version. Sección "James Joyce-Assessment".
  4. Traducción libre: «Far more people read Joyce than are aware of it. Such was the impact of his literary revolution that few later novelists of importance in any of the world’s languages have escaped its aftershock, even when they attempt to avoid Joycean paradigms and procedures. We are indirectly reading Joyce, therefore, in many of our engagements with the past half century’s serious fiction- and the same is true of some not-so-serious fiction, too». Derek Attridge: "Reading Joyce", en op. cit. p. 1
  5. Trad. libre: «Joyce continues to set the highest standards of any author except Shakespeare, Milton, Pope and Hopkins to those who aspire to writing well. [...] But when we have read him and absorbed even an iota of his substance, neither literature nor life can ever be quite the same again». Burgess, 272
  6. Borges, tomo II, p. 924
  7. Texto Universidad de Virginia Texto original: «I hold this book to be the most important expression which the present age has found; it is a book to which we are all indebted, and from which none of us can escape».

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