Sangre y hierro (alemán: Blut und Eisen) es una metáfora cuyos orígenes históricos tempranos se remontan a las armas de hierro. En Alemania, el término se utilizó principalmente desde las guerras de Coalición. “Sangre y hierro” se asoció en el siglo XIX y principios del siglo XX a la idea de la construcción de la nación alemana, fundada por medios militares o de un Estado de poder con un enfoque militar. El eslogan “sangre y hierro” ganó notoriedad a través de un discurso pronunciado por el primer ministro prusiano Otto von Bismarck durante el conflicto constitucional prusiano el 30 de septiembre de 1862 ante la comisión de presupuesto de la cámara de representantes de Prusia. Como resultado de ello, tanto los opositores como los partidarios del primer ministro vieron el par de palabras como una estrategia de la política bismarckiana: el objetivo de “sangre y hierro” sería distraer la atención de las tensiones políticas internas a través de éxitos de la política exterior.
Bajo la influencia de las llamadas guerras de unificación alemana de 1864, 1866 y 1870/1871,[N 1] el término se convirtió en un mito fundacional del Imperio alemán. Por lo tanto, Bismarck utilizó “sangre y hierro” para romper violentamente la resistencia de siglos de otras potencias europeas contra un Estado alemán unificado y unió a los estados alemanes mediante operaciones militares conjuntas. El dominio de los militares y del Estado autoritario en la sociedad del Imperio Alemán se basó en gran medida en esta narrativa. Después de la Primera Guerra Mundial, “sangre y hierro” representó un contraste histórico para las fuerzas deextrema derecha con el gobierno de la República de Weimar, que era percibido como débil en términos de poder. Los nacionalsocialistas intentaron situarse en la tradición de política exterior de la política de “sangre y hierro” de Bismarck.
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