Fiebre tifoidea | ||
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Bacteria tifoidea Salmonella | ||
Especialidad | infectología | |
Síntomas | Fiebre que comienza baja y aumenta diariamente. Dolor de cabeza, debilidad y fatiga, dolores musculares, sudoración, tos seca, pérdida de apetito, pérdida de peso, dolor de estómago, diarrea o estreñimiento, sarpullido, estómago hinchado (hígado o bazo agrandados) | |
Causas | Infección gastrointestinal por Salmonella enterica serovar Typhi | |
Factores de riesgo | Vivir o viajar a áreas donde se ha establecido la fiebre tifoidea. Trabajar como microbiólogo clínico que maneja la bacteria Salmonella typhi. Tener contacto cercano con alguien que esté infectado o haya sido infectado recientemente con fiebre tifoidea. Beber agua contaminada por aguas residuales que contengan Salmonella typhi. | |
Prevención | Prevenible por vacuna. Por lo general, se alienta a los viajeros a regiones con mayor prevalencia de fiebre tifoidea a que se vacunen antes de viajar. | |
Tratamiento | Antibióticos, hidratación. Cuarentena para evitar exponer a otros (no se hace comúnmente en los tiempos modernos).[1] | |
Sinónimos | ||
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La fiebre tifoidea o fiebre entérica es una enfermedad infecciosa producida por Salmonella entérica subgrupo enterica serotipo typhi (bacilo de Eberth) o S. enterica sub. enterica serotipos paratyphi A, B o C, bacterias del género Salmonella.[2] Su reservorio es el humano, y el mecanismo de contagio es fecal, oral, a través de agua y de alimentos contaminados con deyecciones. No debe confundirse con el tifus, que se produce por varias especies del género Rickettsia, transmitidas por parásitos externos (piojos).
La bacteria ingresa por la vía digestiva y llega al intestino y pasa a la sangre, lo que causa una fase de bacteriemia hacia la primera semana de la enfermedad; posteriormente, se localiza en diversos órganos y produce fenómenos inflamatorios y necróticos, debidos a la liberación de endotoxinas. Finalmente, las salmonelas se eliminan al exterior por las heces.
En el período de incubación, que dura de 10 a 15 días, se aprecian trastornos del estado general, una fase de bacteriemia con fiebre que aumenta progresivamente hasta alcanzar 39-40 °C, en cuyo momento se mantiene, cefalea, estupor, roséola en el vientre, tumefacción de la mucosa nasal, lengua tostada, úlceras en el paladar y, a veces, hepatoesplenomegalia y diarrea.
La enfermedad puede evolucionar a la curación en 2 semanas o prolongarse con localizaciones focales a partir de la quinta semana. Si no se somete a un tratamiento adecuado pueden presentarse complicaciones graves, como hemorragia y perforación intestinal, choque séptico. Se produce un cierto grado de inmunidad que, aunque no protege frente a las reinfecciones, cuando éstas se producen son más benignas. El estado de portador puede ser transitorio o crónico.